viernes, 17 de enero de 2014

TRISTEZAS




Hoy siento el aroma de la despedida, el rumor cercano del adiós que "ruge" dentro de mi golpeando el sentimiento y haciendo salir fuera aquellos minúsculos placeres que, de una u otra manera, no tenían más remedio que salir. Todo era cuestión de tiempo, cuestión de necesidad; triste, pero real como la vida misma...

Las nota de Gardel tintineaban en su cerebro, "adiós muchachos, compañeros de mi vida..."

Con estas lapidarias palabras iniciaba una lectura de algo que cayó en sus manos.

Las lágrimas acudían a sus ojos, humedecían su rostro y "herían" su corazón, no podía ser y un triste lamento recorrió su mente, se instaló en su alma, se hundió en su corazón y quiso escaparse con un largo suspiro, pero no, no pudo salir desde su interior, desde el sentimiento del voluntarioso Luis.

Era el, era su visión, era el sentimiento que anidaba dentro, muy dentro. Esas palabras le devolvían su imagen, cual espejo maldito, de despedida, de querer decir adiós muchachos, adiós amigos, adios a todos.

Y la tristeza, la fiel compañera de siempre volvía en toda su “grandeza” para anidar en su alma, para entablar una larga y duradera relación con el mismo.

Siempre encontró el espejo muy cerca, demasiado cerca, siempre su imagen deformada pero real, se veía día a día, enfrentada a él, para darse una lección y por ello, la humildad fue la principal lucha de Luis, pelearía por esa humildad, pelearía por su generosidad, sufríría por ser a su manera, y volverían a su mente los sueños recurrentes, esos sueños de tiempo y ausencia que durante toda su vida habían estado ahí, presentes siempre, presentes y reales.
   
Lo echaba de menos, echaba de menos ese contacto cercano, generoso y echaba más de menos la certeza de no poder, de no tener tiempo en la vida para volver a sentirlo, de volver a experimentarlo.

- ¡Cuánto echo de menos un abrazo! -

Y volvió a repetirse la voz en su interior:

- Si Luis, echo de menos un abrazo, cálido, sentido, real, verdadero... -

Esa voz se reiteraba una y otra vez en la mente y le revolvía el interior, en los momentos duros siempre había tenido ese abrazo acogedor, ese abrazo que reponia su maltrecha alma, pero en estos momentos de travesía, en estos momentos de singladura en solitario no aparecía ese abrazo en su rincón del alma destinado a ese gesto. Y lo echaba de menos, mucho, con todas sus fuerzas deseaba poder tenerlo, que le reconfortara su más interno ser.

La notas del “adiós muchachos...” volvían a su mente, lentas pero rotundas, inexorables para enraizarse dentro de su corazón...

Antes de cerrar este post, quería deciros una palabras, lo primero agradecer a Mónica García la oportunidad que me dio de publicar mis cuentos, mis sentimientos en este blog y a Ana Carmen Moruga por ser la vía, el hilo que me unió a este precioso “Hogar de las emociones”.
Vuelvo a publicar en esta casita después de que me pidieran colaborar en dos grandes blog “Pescando palabras y redes“de la amiga Montse Rius y en “Los libros y Puri” de la escritora granadina Puri Estarli. (Os los recomiendo). Desde aquí también dar las gracias a ambas.
Gracias por formar parte de este espacio.


En "El hogar de las emociones". Aquí en el: "Tristezas".

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