Aquí os comparto, también, mi post en la página La Nueva Ruta del Empleo, un placer seguir colaborando con ellos.
¡Saludos amigos!
Un verdadero placer poder estar nuevamente
aquí, en La Nueva Ruta del Empleo, para haceros sentir un
poco “participantes” de esta “nuestra
historia”. Y aquí estoy nuevamente, para publicar un nuevo post, un nuevo pequeño rincón de la “Historia” (a pesar de todo, jeje).
Después de haber compartido con todos, la
evolución de la Revolución Industrial,
el Marxismo y, por supuesto, la lucha de las clases obreras, creo
que es el momento de darle un “pequeño
descanso” a los post puramente
históricos. Realmente no se puede decir que no hable de Historia, siempre, siempre hablaremos
de “términos históricos” cuando hablemos de esto, claro que si, pero hoy quiero
dedicarle un post a la pequeña/gran
labor (cada uno tendrá su pensamiento, obviamente), que tuvo la
Iglesia en todo este momento.
Fijaros que he puesto la
Iglesia con mayúsculas, es “totalmente” normal, no hablo, ni quiero hablar de nada ni de nadie
en concreto, allá cada uno con su pensamiento y sus creencias, pero que la
famosa Iglesia, debe y de hecho lo
tiene, un papel importante en esta época histórica, es normal.
Y creo que podemos titular este nuevo post,
precisamente como eso, como el papel
que tuvo la Iglesia
en la Revolución Industrial.
O por lo menos, en la segunda mitad del siglo XIX, cuando esta Iglesia empieza
a ser consciente del papel que juega dentro de esta mundo (ya lo se, siempre un
poco tarde… ¡Qué le vamos a hacer!).
Así es, la Política Social de la Iglesia
acudió con retraso al movimiento obrero internacional, primero porque su
“situación política” le situaba en “contra” y bajo la espada del liberalismo nacionalista italiano de
todo el siglo XIX (no nos olvidemos que en esta época es cuando la península
italiana empieza su gran movimiento de unión); y por otro lado lo único que
hacían era condenar las teorías que amenazaban la continuidad de los Dominios Pontificios, como hemos dicho
antes, quizá demasiado poco…
Esta política que hemos visto en esta época
estuvo “representada” por el Papa Pío IX
y se manifestó en la publicación de la Encíclica “Quanta
Cura” de diciembre de 1864 y del
Syllabus. Ambos textos trataban los “considerados
errores” por el propio Pontífice tratados de forma breve puntos tan importantes
como:
- El Naturalismo
- El Panteísmo
- El Racionalismo absoluto y el moderado
- El Latitudinarismo (creencia en que la salvación podía existir fuera de la Iglesia Católica).
- El Socialismo/Comunismo
- El Liberalismo
Esta última mención haciendo especial mención
al poder temporal de los papas, es decir, en la creencia de “la abolición del principado civil de la
Santa Sede” encaminada a defender el
antiquísimo “Patrimonio de San Pedro”.
Pero llega el Papa Pecci (Vincenzo Gioacchino
Pecci) o León XIII, y antes de
iniciar su papado se enfrentó de forma decidida a la “cuestión social”, es decir a las voces que iniciaban la defensa de la masa obrera y contra el inhumano trato
de que eran objeto por parte de los capitalistas.
Así es, este nuevo Papa que llega a Roma,
inició su mandato con la idea clara de ayudar a los obreros, de ayudar a ir en
contra de los inhumanos capitalistas que y así publicó a finales del siglo XIX,
en 1891 su famosa Encíclica “Rerum Novarum” (1) (motivo fundamental de este
post). El fue el que dio impulso de manera clara al movimiento social católico. Este Papa logró, en primer lugar, a
poner término a la sectaria política
del Kulturkampf (2), y aproximar a los católicos franceses a la III República.
Y hablamos de esto de la famosa Encíclica del Papa “Rerum
novarum”, un término latino que quiere decir, literalmente, “de las
cosas nuevas” o “de los cambios políticos”, en concepto más abierto, porque
precisamente este Papa nos muestra la primera encíclica social de la Iglesia Católica. Fue
promulgada por el papa Leon XIII en 1891. Fue una carta abierta dirigida a
todos los obispos y catedráticos,
que versaba sobre las condiciones de las clases
trabajadoras. En ella, el papa dejaba patente su apoyo al derecho laboral
de “formar uniones o sindicatos”,
pero también se reafirmaba en su apoyo al derecho de la propiedad privada. Además discutía sobre las relaciones entre el gobierno, las empresas, los
trabajadores y la Iglesia,
proponiendo una organización socioeconómica que más tarde se llamaría “corporativismo”.
Partía el pontífice, al inicio de la
Encíclica, de la base de la guerra que había estallado por “el cambio operado en las relaciones mutuas
de amos y jornaleros, al haberse acumulado las riquezas en unos pocos y
empobrecido a la multitud”. E insistía, en la misma introducción de la
encíclica, en que los obreros se hallaban “solos
e indefensos, por la condición de los tiempos, a la inhumanidad de sus amos y
al desenfrenado apetito de los competidores”. Y añadía que “los contratos de las obras y el comercio de
todas las cosas está casi todo en mano de pocos, de tal suerte que unos cuantos
hombres y riquísimos han puesto sobre los hombres de la multitud de
proletariados un yugo que difiere poco del de los esclavos”.
Continuaba después el pontífice realizando
una crítica del socialismo en especial
en el sentido de destrucción de la propiedad
privada que este suponía. Y por el contrario, hacía una defensa de esta
propiedad y auspiciaba la conveniencia de que todo el mundo tuviera acceso a la
misma. Es lo que se ha resumido diciendo que frente al lema “todo proletarios” del socialismo oponía
el “todos propietarios”.
Justificaba, a continuación, la intervención
de la Iglesia en el problema,
exhortando a patronos y a obreros a un mutuo entendimiento; recordando,
asimismo, las “terribles frases” de
la Epístola de Santiago: “Sabed que el jornal que pagasteis a los
obreros que segaron vuestras mieses está clamando, y el clamor de ellos ha
penetrado los oídos del Señor de los ejércitos.” (Santiago 5, 4).
Desde un punto de vista práctico, Rerum
Novarum, defendía el salario justo, entendiendo por tal aquel que
satisfacía al obrero y a su familia. También se oponía al trabajo de las
mujeres y los niños, defendiendo la creación de Asociaciones Profesionales, considerándolas de derecho natural y
pedía a todos los Estados que las permitiera y las protegiera.
Realmente esta Encíclica produjo un profundo
impacto en todo el mundo contemporáneo. Al fundar el “catolicismo social” se apartaba considerablemente de la tradición
de la jefatura romana, y así no es de extrañar el surgimiento de las primeras
asociaciones profesionales obreras de signo
católico, fundamentalmente en Francia,
en Inglaterra y Alemania.
(1) Se acepta generalmente que la
encíclica Rerum Novarum es la carta de fundación de la democracia cristiana y una pieza clave
de la Doctrina Social de la Iglesia.
(2) Kulturkampf. Es la lucha llevada a cabo por Bismarck de 1871 a 1878 en contra de la Iglesia Católica y del partido político que
algunos eclesiásticos sostenían.
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