Un nuevo post que os comparto directamente desde La Nueva Ruta del Empleo.compartido el pasado jueves día 8 de septiembre. Nuevamente volvemos a la #Historia.
¡Saludos
amigos!
Después de este gran “verano”, sobre todo por la parte de descanso que me ha tocado, se
inicia septiembre y volvemos a ponernos delante del “Word” para volver a contaros, siempre desde mi punto de vista,
obviamente, algo “histórico”, algo
siempre relacionado con mi labor como “historiador”.
Y volvemos al siglo XIX, después de la “labor”
como “contador de elementos” en la
iniciativa “No Quiero Ser Portada de los
Lunes al Sol”, y volvemos como digo, al gran pensamiento “político-económico” del siglo XIX, contándoos algo del
movimiento “político” del Romanticismo. Vamos a ver como sale.
Así es, amigos, volvemos al XIX, y nos centramos, casi desde
principios de siglo con el movimiento Romántico,
un movimiento que se inicia casi al terminar la invasión napoleónica, a inicios
del siglo, y Europa se encuentra con una
generación nueva, que consideraba a sus antecesores con un gran desprecio. Así
el joven intelectual francés, que posiblemente había nacido en el exilio,
sentía un disgusto casi intuitivo, cuando hablaba con sus padres o incluso con
sus abuelos, educados en el racionalismo
liberal y, por supuesto, corrosivo. La joven generación veía en la antigua
la disolución y la indisciplina. Ya lo dijo el propio Hegel, de la tesis y de
la antítesis, surgía la síntesis que es la libertad disciplinada
la cual era promulgada por los alemanes.
Así es, el racionalismo de la Ilustración debía molestar, y mucho,
a los jóvenes de esta gran generación. Podemos decir que si rastreamos un poco
en el siglo XVIII, tenemos al autor Klinger
que había escrito en 1777 Sturm und Drang
(Tempestad y empuje), donde preconizaba ya la revuelta del individuo contra la
sociedad.
Ya se iba infiltrando una gran contradicción,
iniciada por la burguesía de la época, y señalaba una marcada repulsa hacia la
vida prosaica y sobre todo, aburguesada. Y en un principio esta joven
generación no pudo superar esta gran contradicción, en el fondo era pesimista (influencia
del filósofo alemán Schopenhauer),
aristocrática, católica y tradicionalista. De esta faceta inicial se valió la
Restauración para volver al absolutismo monárquico que impuso el orden europeo,
no se nos puede olvidar. Sin embargo esta defensa de la jerarquía social no
podía mantenerse demasiado tiempo dentro de un individualismo exaltado.
El Romanticismo, viendo lo dicho hasta ahora,
no fue exactamente un “caos” como lo
definió el propio Delécluze, aunque
lo pareció por sus múltiples facetas contradictorias, sino un humanismo de
índole no racional. Este movimiento que abarca una etapa que se extiende entre
1770 y 1850, enaltecía ante las exigencias de la razón, los “derechos del corazón”. El mito del
héroe se extendió entre toda la burguesía joven, pero el mito de un héroe
sentimental. Realmente el Romanticismo
fue un estado del alma, un ansia juvenil de poesía nueva, de lirismo exaltado,
de búsqueda de inquietud, o de goce en el propio dolor. Y así contra todo lo
reglamentario, el romántico luchó siempre por lo “pintoresco”. Ya lo demostró Goethe con su gran Fausto, realmente atormentado, ebrio de libertad, rebelde en un
principio, pero que más tarde intentaba encontrarla por el desarrollo armónico
de las facultades humanas.
Así la inquietud, la melancolía y desengaño
dominaron a todos lo “héroes románticos”,
los cuales vivían en un ambiente de misterio, de brumas y con escenas de
cementerios en noche de luna, entre ruinas y tumbas. En el fondo se intentaba
deslumbrar y asustar al burgués con la continua contradicción de haber nacido y
vivido en un ambiente, propiamente burgués, al que en el fondo, no renunciaba…
No hay comentarios:
Publicar un comentario